¡Plop!
Por sólo un instante pensé que el mismísimo san pedro, desde las puertas del cielo y con miles de llaves de todos tamaños, me hablaba en un medio día no cualquiera epifánico de junio. Pero no, la epifanía terminó y me di cuenta que era la cajuela de un Platina o algo así, tal vez Palio o cualquier otro coche compacto. La verdad no me preocupé y la advertencia casi pasa desapercibida. La verdad desde que delegué las labores propias de mi conciencia al diseñador de nuestra revista, me dejé de preocupar por lo que las defensas de los coches me revelan.

Acto seguido saqué mi teléfono y tome una instantánea ¿?, observé que no se leía bien y con los botones que sirven para subirle el volumen al auricular, aumenté el zoom del lente y repetí la toma. Chafa pero legilble. Por un segundo pensé en girar la cámara y registrar las placas del automóvil desconocido para levantarle una denuncia ante el MP, pero no se me ocurrió bajo qué cargo la haría... de pronto pensé que no podía demandar al propietario del Nissan por terrorismo espiritual. Lo que me parece bastante bajo (además de la susodicha amenaza) es que nadie, llámese persona física o poco moral, institución, organización o secta, reivindicara el acto.
La idea es pensar en el libre albedrío y en la facultad que tenemos para ejercerlo. Por otra parte las preocupaciones son un lastre para el alma. Ora que si de pronto a alguien le viene el saco y tiene mucho de qué preocuparse, pues yo le diría que en lugar de sentirse vigilado por diosito que es tan culero y severo, se ocupara de procurarse un buen dormir.